viernes, 30 de septiembre de 2016

Cómo mantener la bendición de dios en la mente humana

Estas duras palabras le fueron dichas a un rey que había recibido las mieles abundantes de la bendición de Dios. El rey Belsasar (nieto de Nabucodonosor) en el antiguo imperio babilónico, quien estaba en el segundo puesto al mando, pues su padre se encontraba lidiando con una guerra; no supo aprovechar lo que Dios le había entregado.

El relato de Daniel nos narra que este rey cometió algunos pecados que Dios no estuvo dispuesto a soportar. Si bien, Dios bendice, Él espera que nosotros seamos sabios a la hora de conducirnos y de manejar lo que nos ha entregado. Dios no nos da las cosas simplemente por dárnoslas, sino que espera que les demos un buen uso.

Esa misma noche, en contra de todos los pronósticos, Belsasar fue atacado y asesinado por los persas y su reino pasó a manos de este imperio, tal y como lo había anunciado el profeta Daniel.

¿Me creería si le dijera que Dios no sólo nos bendice, sino que está pendiente de qué haremos con esa bendición? Son muchas las personas que, a pesar de haber recibido las bendiciones de Dios en el pasado, en el presente sólo las tienen como un simple recuerdo.

Hay algunos que, a pesar de haber recibido las bendiciones económicas de Dios a través del esfuerzo y el trabajo duro, se quedan contemplando cómo sus finanzas se desmoronan cual castillo de naipes soplados por un viento. Entonces, es de suma importancia que nos preguntemos ¿Por qué no logro mantener la bendición de Dios? ¿Por qué el dinero no me alcanza? ¿Por qué el dinero se me va como agua entre los dedos? ¿Qué tengo y no tengo que hacer para conservar lo que Dios me ha confiado?

Quiero que por favor se mire a sí mismo. Todo lo que ve, usted lo ha recibido. Ahora piense en todo lo que hay en su casa. Todo lo que hay allí usted lo ha recibido. Rápidamente haga una suma de cuánto capital hasta este momento usted tiene. Esa suma usted la ha recibido. Por su bienestar espiritual y financiero le quiero dar este consejo: Reconozca que su bendición proviene de Dios.

Cada uno de nosotros debemos tomar la firme decisión de recordarnos a cada instante que todo lo que tenemos lo hemos recibido. Desde la misma vida hasta los calcetines; todo lo hemos recibido. A través de múltiples mecanismos, ha sido Dios el artífice de todas las bendiciones que tenemos.

He encontrado que lo peor que les puede suceder a muchas personas en la vida es que Dios les otorgue bendición financiera. Hasta ahí les llega su fe. Hasta ese punto, tuvieron vidas rectas. Automáticamente se llenan de altivez y prepotencia. Otros hacen cosas y pecados que hasta ese momento la limitante económica les había impedido hacer.
En algunos cristianos las bendiciones económicas suelen ser las pruebas más grandes. Judas no pasó esta prueba. Ananías y Safira tampoco la soportaron. Balaam el falso profeta del antiguo testamento también sucumbió ante el dios mamón (dios dinero).

¡Todo es de Dios! Aunque algunos prefieren decirlo así: Todo es de Dios, excepto mi dinero.

La palabra administrador significa: persona encargada de manejar los bienes de otro. Así quiere Dios que nos veamos a nosotros mismos. Una distorsión de este concepto hará que tengamos una actitud inadecuada sobre los bienes que el Señor nos confíe.

Quien tiene actitud de administrador es mucho más cuidadoso que el mismo dueño. Si a usted se le daña algo que no es suyo en sus manos (si usted en verdad es responsable) se preocupará. No sentirá la misma presión si lo que se le daña es de su pertenencia. Es por eso que cuando alguien nos recomienda algo que es suyo, lo mínimo que espera de nosotros es que le demos el mejor trato y cuidado posible.

Por ejemplo, todos los ciudadanos esperamos que los políticos quienes son los administradores de las arcas públicas sean dignos de la confianza que depositamos en ellos al elegirlos como nuestros representantes. De igual manera Dios espera que le demostremos que somos dignos de confianza con todo lo que nos ha dado. Quizás esta sea la razón por la cual Dios no le ha confiado más de lo que ya le ha entregado.

Ahora, un buen administrador no se apega a los bienes del dueño. Los administra con sabiduría, pero está dispuesto a entregarlos en el momento que el dueño lo requiera. Imaginémonos que la casa de un hombre adinerado se empieza a quemar. El mayordomo se sale de ella y llama a avisar al dueño del accidente. Inmediatamente llega el dueño y al contemplar cómo se quema su casa, quizás se coge la cabeza, llora, grita y hasta intenta entrar a la casa vuelta en llamas para salvar algo de los bienes que le pertenecen. ¿Qué hace el mayordomo? Está tranquilo y no hace nada porque entiende muy bien que él no es el dueño.

Permítame preguntarle ¿qué hace usted cuando el Dueño le quita lo que él le ha dado para que simplemente lo administre? ¿Se siente ofendido? ¿Le reclama? ¿Le insulta? ¿Trata de aferrarse y hace hasta lo imposible para no perderlo? Le doy un consejo: Si quiere tener una paz inquebrantable en la vida, nunca olvide que usted es tan sólo un administrador.


Muchas personas tanto cristianas y no cristianas han tenido que pasar vergüenza debido a la violación de este principio bíblico. El presupuesto no es falta de fe. Usted necesitará mucha fe si no hace un presupuesto.

Es un acto de necedad pretender que tengamos una vida financiera saludable sin hacer un presupuesto. Algunas personas no tienen idea de cuánto suman sus gastos mensuales y sorprendentemente dicen. Por favor, no sea de los que dicen: ¿Para qué hago un presupuesto si ya sé que mis ingresos no alcanzan a cubrir mis egresos? ¡Con mayor razón lo debe hacer! Si no lo hace, tarde que temprano lo lamentará, pero adicionalmente, lo pagará y muy caro. No es negando su realidad financiera que va a salir a flote, sino afrontándola a través del trabajo esforzado y de un sabio presupuesto.

Así como Dios no bendice a los perezosos, tampoco bendice a los necios. Algunos creen que Dios alcahueteará su irresponsabilidad financiera. No es así. No crea que porque usted es un cristiano sincero entonces Dios tendrá que bendecirlo económicamente.

La pregunta del millón sería: ¿Cuáles son los principios que debo tener en cuenta para hacer un presupuesto? Creo que son estos:

a) Ponga a Dios primero
b) Oblíguese a que los egresos por NINGÚN motivo superen a los ingresos
c) Distinga entre necesidades y deseos
d) Esfuércese por anteponer sus deudas
e) Oblíguese a cumplirlo


Si lo que usted quiere es que la bendición de Dios se detenga, desperdíciela. El despilfarro, el malgasto y el derroche no sólo hacen que la bendición se desgaste, sino que deje de fluir.

No crea que la abundancia es una autorización divina para que malgaste. Si así lo hace, más temprano que tarde empezará a tener escasez. En lugar de malgastar, lo que Dios quiere es que compartamos con los demás aquellas bendiciones que hemos recibido. Si Dios nos ordena aún en medio de la escasez a ser generosos ¡con cuanta más razón debemos serlo si tenemos abundancia!

Una mayordomía mal entendida hará que deseemos más de lo que debemos y retengamos más de lo justo. Recíbame este consejo: No tenga cosas simplemente por tener.

Si quiere saber si usted tiende a ser un derrochador contéstese:

¿Qué cosas tengo en mi armario que no uso?
¿Acostumbro a botar la comida sobrante o a comer de más?
¿No soy cuidadoso con el manejo del agua?
¿Mantengo luces prendidas sin necesidad?
¿Cuándo voy a los almacenes tiendo a comprar lo que no necesito?
¿Cuánto dinero estoy gastando en entretenimiento?
¿Gasto más en comida por fuera de casa que en el mercado?

Si quiere mantener la bendición que Dios le dio, destine un porcentaje de sus ingresos para ahorrar e invertir. Este sabio consejo que José le dio al faraón de Egipto fue lo que salvó a toda una generación de morir a causa de la hambruna que vino posteriormente a la bendición. No sólo Egipto se salvó, sino que muchos pueblos aledaños fueron beneficiarios de esta sabia decisión.

Para los que hoy dicen que es imposible ahorrar y mucho menos invertir, quiero decirles que son muchos los ancianos que hoy desearían poder retroceder sus vidas unas décadas y empezar a hacer lo que les estoy aconsejando que hagan. De alguna manera buscarían la forma de poder ahorrar e invertir.

¿Cómo hacerlo?

Pídale dirección a Dios
Decida un monto según su capacidad
Sea disciplinado
No utilice ese dinero para otra necesidad
A medida que crezca su capacidad, haga crecer ese monto
Ofrende a Dios de las utilidades
No permita que su corazón se metalice

Para concluir quiero resolver algunas preguntas que a lo mejor están en la mente de algunos de ustedes:

¿Por qué Dios no me ha bendecido económicamente?
¿Por qué Dios no me ha entregado dones espirituales todavía?
¿Por qué Dios no me ha dado casa propia?
¿Por qué Dios no me ha permitido formalizar un hogar?
¿Por qué Dios no me ha concedido lo que le he estado pidiendo?

Quizás sean muchas las razones por las cuales Dios todavía no le ha entregado lo que usted tanto anhela. Puede ser que aún no está preparado, que no es el tiempo adecuado, que está formando su carácter.

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