Estas duras
palabras le fueron dichas a un rey que había recibido las mieles abundantes de
la bendición de Dios. El rey Belsasar (nieto de Nabucodonosor) en el antiguo
imperio babilónico, quien estaba en el segundo puesto al mando, pues su padre
se encontraba lidiando con una guerra; no supo aprovechar lo que Dios le había
entregado.
El relato de
Daniel nos narra que este rey cometió algunos pecados que Dios no estuvo
dispuesto a soportar. Si bien, Dios bendice, Él espera que nosotros seamos
sabios a la hora de conducirnos y de manejar lo que nos ha entregado. Dios no
nos da las cosas simplemente por dárnoslas, sino que espera que les demos un
buen uso.
Esa misma noche,
en contra de todos los pronósticos, Belsasar fue atacado y asesinado por los
persas y su reino pasó a manos de este imperio, tal y como lo había anunciado
el profeta Daniel.
¿Me creería si le
dijera que Dios no sólo nos bendice, sino que está pendiente de qué haremos con
esa bendición? Son muchas las personas que, a pesar de haber recibido las
bendiciones de Dios en el pasado, en el presente sólo las tienen como un simple
recuerdo.
Hay algunos que,
a pesar de haber recibido las bendiciones económicas de Dios a través del
esfuerzo y el trabajo duro, se quedan contemplando cómo sus finanzas se
desmoronan cual castillo de naipes soplados por un viento. Entonces, es de suma
importancia que nos preguntemos ¿Por qué no logro mantener la bendición de
Dios? ¿Por qué el dinero no me alcanza? ¿Por qué el dinero se me va como agua
entre los dedos? ¿Qué tengo y no tengo que hacer para conservar lo que Dios me
ha confiado?
Quiero que por
favor se mire a sí mismo. Todo lo que ve, usted lo ha recibido. Ahora piense en
todo lo que hay en su casa. Todo lo que hay allí usted lo ha recibido.
Rápidamente haga una suma de cuánto capital hasta este momento usted tiene. Esa
suma usted la ha recibido. Por su bienestar espiritual y financiero le quiero
dar este consejo: Reconozca que su
bendición proviene de Dios.
Cada uno de
nosotros debemos tomar la firme decisión de recordarnos a cada instante que
todo lo que tenemos lo hemos recibido. Desde la misma vida hasta los
calcetines; todo lo hemos recibido. A través de múltiples mecanismos, ha sido
Dios el artífice de todas las bendiciones que tenemos.
He encontrado que lo peor que les puede suceder a muchas
personas en la vida es que Dios les otorgue bendición financiera. Hasta ahí les llega su fe.
Hasta ese punto, tuvieron vidas rectas. Automáticamente se llenan de altivez y
prepotencia. Otros hacen cosas y pecados que hasta ese momento la limitante
económica les había impedido hacer.
En algunos
cristianos las bendiciones económicas suelen ser las pruebas más grandes. Judas no pasó esta prueba. Ananías y
Safira tampoco la soportaron. Balaam el falso profeta del antiguo testamento
también sucumbió ante el dios mamón (dios dinero).
¡Todo es de Dios!
Aunque algunos prefieren decirlo así: Todo es de Dios, excepto mi dinero.
La palabra
administrador significa: persona encargada de manejar los bienes de otro. Así
quiere Dios que nos veamos a nosotros mismos. Una distorsión de este concepto
hará que tengamos una actitud inadecuada sobre los bienes que el Señor nos
confíe.
Quien tiene
actitud de administrador es mucho más cuidadoso que el mismo dueño. Si a usted
se le daña algo que no es suyo en sus manos (si usted en verdad es responsable)
se preocupará. No sentirá la misma presión si lo que se le daña es de su
pertenencia. Es por eso que cuando alguien nos recomienda algo que es suyo, lo
mínimo que espera de nosotros es que le demos el mejor trato y cuidado posible.
Por ejemplo,
todos los ciudadanos esperamos que los políticos quienes son los
administradores de las arcas públicas sean dignos de la confianza que
depositamos en ellos al elegirlos como nuestros representantes. De igual manera
Dios espera que le demostremos que somos dignos de confianza con todo lo que
nos ha dado. Quizás esta sea la razón por la cual Dios no le ha confiado más de
lo que ya le ha entregado.
Ahora, un buen administrador no se
apega a los bienes del dueño. Los administra con sabiduría, pero está
dispuesto a entregarlos en el momento que el dueño lo requiera. Imaginémonos
que la casa de un hombre adinerado se empieza a quemar. El mayordomo se sale de
ella y llama a avisar al dueño del accidente. Inmediatamente llega el dueño y
al contemplar cómo se quema su casa, quizás se coge la cabeza, llora, grita y
hasta intenta entrar a la casa vuelta en llamas para salvar algo de los bienes
que le pertenecen. ¿Qué hace el mayordomo? Está tranquilo y no hace nada porque
entiende muy bien que él no es el dueño.
Permítame
preguntarle ¿qué hace usted cuando el Dueño le quita lo que él le ha dado para
que simplemente lo administre? ¿Se siente ofendido? ¿Le reclama? ¿Le insulta?
¿Trata de aferrarse y hace hasta lo imposible para no perderlo? Le doy un
consejo: Si quiere tener una paz inquebrantable en la vida, nunca olvide que
usted es tan sólo un administrador.
Muchas personas
tanto cristianas y no cristianas han tenido que pasar vergüenza debido a la
violación de este principio bíblico. El presupuesto no es falta de fe. Usted
necesitará mucha fe si no hace un presupuesto.
Es un acto de necedad pretender que tengamos una vida
financiera saludable sin hacer un presupuesto. Algunas personas no tienen idea de
cuánto suman sus gastos mensuales y sorprendentemente dicen. Por favor, no sea
de los que dicen: ¿Para qué hago un presupuesto si ya sé que mis ingresos no
alcanzan a cubrir mis egresos? ¡Con mayor razón lo debe hacer! Si no lo hace,
tarde que temprano lo lamentará, pero adicionalmente, lo pagará y muy caro. No
es negando su realidad financiera que va a salir a flote, sino afrontándola a
través del trabajo esforzado y de un sabio presupuesto.
Así como Dios no bendice a los perezosos, tampoco bendice a
los necios. Algunos
creen que Dios alcahueteará su irresponsabilidad financiera. No es así. No
crea que porque usted es un cristiano sincero entonces Dios tendrá que
bendecirlo económicamente.
La pregunta del
millón sería: ¿Cuáles son los principios que debo tener en cuenta para hacer un
presupuesto? Creo que son estos:
a)
Ponga a Dios primero
b)
Oblíguese a que los egresos por NINGÚN motivo superen a los ingresos
c)
Distinga entre necesidades y deseos
d)
Esfuércese por anteponer sus deudas
e)
Oblíguese a cumplirlo
Si lo que usted quiere es que la bendición de Dios se
detenga, desperdíciela. El despilfarro, el malgasto y el
derroche no sólo hacen que la bendición se desgaste, sino
que deje de fluir.
No crea que la abundancia es una autorización divina para
que malgaste. Si
así lo hace, más temprano que tarde empezará a tener escasez. En lugar de
malgastar, lo que Dios quiere es que compartamos con los demás aquellas
bendiciones que hemos recibido. Si Dios nos ordena aún en medio de la escasez a
ser generosos ¡con cuanta más razón debemos serlo si tenemos abundancia!
Una mayordomía mal entendida hará que deseemos más de lo
que debemos y retengamos más de lo justo. Recíbame este consejo: No tenga
cosas simplemente por tener.
Si quiere saber
si usted tiende a ser un derrochador contéstese:
¿Qué cosas tengo en mi armario que no
uso?
¿Acostumbro
a botar la comida sobrante o a comer de más?
¿No
soy cuidadoso con el manejo del agua?
¿Mantengo
luces prendidas sin necesidad?
¿Cuándo
voy a los almacenes tiendo a comprar lo que no necesito?
¿Cuánto
dinero estoy gastando en entretenimiento?
¿Gasto
más en comida por fuera de casa que en el mercado?
Si quiere
mantener la bendición que Dios le dio, destine un porcentaje de sus ingresos
para ahorrar e invertir. Este sabio consejo que José le dio al faraón de Egipto
fue lo que salvó a toda una generación de morir a causa de la hambruna que vino
posteriormente a la bendición. No sólo Egipto se salvó, sino que muchos pueblos
aledaños fueron beneficiarios de esta sabia decisión.
Para los que hoy
dicen que es imposible ahorrar y mucho menos invertir, quiero decirles que son
muchos los ancianos que hoy desearían poder retroceder sus vidas unas décadas y
empezar a hacer lo que les estoy aconsejando que hagan. De alguna manera
buscarían la forma de poder ahorrar e invertir.
¿Cómo hacerlo?
Pídale
dirección a Dios
Decida
un monto según su capacidad
Sea
disciplinado
No
utilice ese dinero para otra necesidad
A
medida que crezca su capacidad, haga crecer ese monto
Ofrende
a Dios de las utilidades
No
permita que su corazón se metalice
Para concluir
quiero resolver algunas preguntas que a lo mejor están en la mente de algunos
de ustedes:
¿Por
qué Dios no me ha bendecido económicamente?
¿Por
qué Dios no me ha entregado dones espirituales todavía?
¿Por
qué Dios no me ha dado casa propia?
¿Por
qué Dios no me ha permitido formalizar un hogar?
¿Por
qué Dios no me ha concedido lo que le he estado pidiendo?
Quizás sean
muchas las razones por las cuales Dios todavía no le ha entregado lo que usted
tanto anhela. Puede ser que aún no está preparado, que no es el tiempo
adecuado, que está formando su carácter.
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